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Aunque las erupciones volcánicas, los terremotos, los incendios naturales, los relámpagos y algunos procesos microbianos liberan dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno a la atmósfera, es la acción humana la causante de la mayor parte de las emisiones de dióxido de azufre, como consecuencia de la quema de combustibles en la industria y las centrales energéticas, que se ven involucrados en la lluvia ácida.

La lluvia ácida es producida por la contaminación atmosférica cuando esos gases procedentes de la quema de combustibles reaccionan con el oxígeno del aire y el vapor de agua y se transforman en ácidos que son transportados en las precipitaciones.

En realidad, el concepto de lluvia ácida engloba cualquier forma de precipitación que presente elevadas concentraciones de ácido sulfúrico y nítrico. De acuerdo con el sitio National Geographic, la lluvia normal es ligeramente ácida, con un pH de 5.6; mientras que la lluvia ácida normalmente tiene un pH entre 4,2 y 4,4.

Los gases involucrados en la este fenómeno, el dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno, no son gases de efecto invernadero primarios que contribuyan al calentamiento global, uno de los muchos efectos del cambio climático; de hecho, el dioxido de azufre tiene un efecto refrigerante en la atmósfera. Pero los óxidos de nitrógeno contribuyen a la generación de ozono estratosférico, un importante contaminante que puede ser pernicioso para las personas. No obstante, ambos gases causan peligros medioambientales y de salud porque se pueden distribuir fácilmente con la contaminación atmosférica y la lluvia ácida, detallan los expertos.

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La lluvia ácida tiene muchas consecuencias nocivas para el entorno, pero sin lugar a dudas, el efecto de mayor insidia lo tiene sobre los lagos, ríos, arroyos, pantanos y otros medios acuáticos. La lluvia ácida eleva el nivel acídico en los acuíferos, lo que posibilita la absorción de aluminio que se transfiere, a su vez, desde las tierras de labranza a los lagos y ríos.

Este fenómeno, también contamina selvas y bosques, especialmente los situados a mayor altitud. Esta precipitación nociva roba los nutrientes esenciales del suelo a la vez que libera aluminio, lo que dificulta la absorción del agua por parte de los árboles. Los ácidos también dañan las agujas de las coníferas y las hojas de los árboles.

En 2018, tras la fuerte erupción del volcán de Fuego se alertó sobre este fenómeno, ya que la concentración de gases emitidos por el coloso podrían haber aumentado la contaminación atmosférica; no obstante, es preciso realizar las mediciones de estos gases para determinar que se trata de lluvia ácida.

¿Cómo evitar la lluvia ácida?

Aunque los factores principales para la reducción de gases que contaminan la atmósfera deben fijarse como una estrategia de país para fomentar las buenas prácticas en la industria, los seres humanos tenemos una tarea pendiente en el cuidado del medio ambiente, por lo que recomiendan:

  • Plantar árboles para que absorban el aire contaminado.
  • Reducir el consumo de energía en los hogares.
  • Fomentar el uso del coche eléctrico y de otros vehículos no contaminantes, como la bicicleta.